Es inevitable no fijar metas y proyectos en cada etapa iniciada. Las espero con tantas ilusiones que casi no termina un año, que ya comienzo a diagramar el otro. Tal vez de todo lo planificado se llegue a cumplir solo algunos objetivos pero al fin y al cabo cada cierre de año nos deja un gustito agradable por todo lo recorrido y logrado. Una vez más saboremos lo que no fue y lo que quedo de todo eso.
El 2011 no fue lo que esperaba pero insisto en que “todas las cosas sirven para bien” y que cada uno es parte actuante de su edificación.
En el camino aparecieron nuevas metas que me entusiasmaron y me dejaron en la parada de un próximo recorrido con una dirección que no conozco y que conoceré en el viaje.
Me topé con la “desconfianza” y la “mentira” y también conocí el “menosprecio” igualmente cruce de vereda y encontré del otro lado amigos, familiares, compañeros, hermosas palabras y actitudes generosas que me enseñaron que el 2011 y todos los años que vendrán serán difíciles pero no imposibles.
También aprendí que los ideales no se cambian ni se negocian, que los valores siempre están para ayudar a tomar las mejores decisiones y que la comunicación salva todas las diferencias.