Los Cigarras

domingo, 18 de julio de 2010

Que feliz era la cigarra en verano! El sol brillaba, las flores desprendían su aroma embriagador y la cigarra cantaba y cantaba. El futuro no le preocupaba lo más mínimo: el cielo era tan azul sobre su cabeza y sus canciones tan alegres... Pero el verano no es eterno…

Fragmento de Cuento Infantil “La cigarra y la Hormiga”



Ayer en una cena de amigas, como es habitual de esos momentos surgió la típica charla de la infancia. La noche rondo entre anécdotas de juguetes, nenes lindos, travesuras, mentiras, peleas de chicos y personajes de la infancia.
Hacía tiempo que no recordaba con tanta claridad las tardecitas largas de verano jugando a la escondida, a la mancha o a la matanza.
Ayer, nuevamente recordé el aroma de los pastizales que rodeaban mi casa, los grillos molestos del verano y la tenue luz que emitía el farolito en medio de la calle. Pero también recordé los personajes extraños que de vez en cuando aparecían vagabundeando por el barrio, atemorizándonos a todos con su caminar, sus ropas sucias y gastadas.
En mi caso, en mi pueblito, en mi barrio, en mi calle se llamaba “Cigarra”, o mejor dicho “los Cigarras” porque eran dos hermanos mellizos, que tenían por costumbre changear por la tarde, y luego comprarse la cajita de tinto para tirarse a reposar.
El Cigarra o los Cigarras, por que yo no recuerdo diferenciarlos, aparecían en el barrio a sacar la maleza del jardín de algún vecino y cuando llegaban, corrían los mitos acerca de esos hombres con caminar cansado, manos y rostros arrugados, percudidos tal vez de tanto trabajar. En fin para los nenes del barrio, ellos, los hermanos eran causa de temor y hasta de dichos y prejuicios.
Inmortalice en mi cabeza, muchas imágenes de mi niñez, pero ésta, la de los hermanos viejos borrachos, errantes, perpetúa tal vez por el temor que provocaban o por los mitos que circulaba en torno a sus personas.
De grande, unos cuantos años después, unos kilómetros mas lejos del pueblo, con unos cuantos prejuicios menos, descubrí que “Los Cigarras” se llamaban Lucas y Néstor. Y digo que se llamaban, porque me entere también que uno de ellos tuvo un desagradable final en las vías del tren, no se cual. Y que no eran viejos de la calle, sino que su oficio de pila era ser alambradores en los campos y que de vez en cuando les gustaba darse un gustito, comprarse un tintín e ir a descansar a sus hogares.


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