Cuando escucho una vocecita gastada, tembleque de tanto contar, automáticamente los oídos se dirigen hacia esas anécdotas contadas, recontadas, pero casi nunca escuchadas.
En algún momento de la vida nos topamos con alguna viejecita en la parada del colectivo o en la cola de banco o en alguna plaza con ganas de charlar.
Viejos que tienen mucho para recordar, con muy poca capacidad de resumen pero con vidas colmadas de vivencias.
Se escuchan lamentos de aquellos que no tuvieron la oportunidad de conocer a sus abuelos, porque se les fueron muy pronto, porque por alguna razón de la vida no fueron tan abuelos como ellos quisieron. Pero aun para estos nietos huérfanos hay algún que otro viejo para mimosear.
Siempre con un mate en la mano, con un caramelo en el bolsillo o simplemente con un buen abrazo para dar, ellos “los viejos” esperan encontrar aquel nieto que preste su oreja para escuchar de aquellos años de juventud, de hazaña, sufrimiento, amor y desamor.
Pasando sus últimas tardes sentados en la vereda ven desfilar los años, rememorando lo difícil de las épocas pasados, recordando a la vieja que ya no esta, retando al nieto rebeldón y escuchando algún tanguito pa´ no olvidar el ritmo que ya no esta en su caminar.
Que difícil es escuchar cuando el viejo se olvida lo que esta diciendo, que complicado es respetar cuando los años lo ponen torpe, que oscuro se torna todo cuando sabemos que queda tan poco tiempo para poderlo disfrutar
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